Moisés Velasco, de 63 años de edad, ha pasado prácticamente la mitad de su vida entre los pasillos de la Central de Abasto de la Ciudad de México, donde trabaja como carretillero.

Este oficio le ha permitido sacar a adelante a su esposa y cuatro hijos, quienes ahora ya son unos adultos.

Hace 30 años llegó a aquí por invitación de un amigo, y como los alrededor de 10 mil carretilleros que hay en la Central de Abasto, encontró en este oficio su forma de vivir.

Al grito de “¡Ahí va el golpe!”, los carretilleros, mejor conocidos como diableros, trasladan hasta 400 kilos de mercancía, que es el peso de algunos cargamentos que los comerciantes necesitan mover, por lo que su labor es una pieza fundamental en el mercado más grande de la ciudad.

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Las casi 10 mil personas que se dedican a este servicio, forman parte de 28 asociaciones, que en conjunto representan al sector carretillero reconocido y autorizado por la Central de Abasto.


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Este control da certeza tanto a las personas que laboran dentro de la Central como a los visitantes, pues se evita la presencia de grupos que actúan con fines delictivos.

“Para la administración, gente que nos visita y para la gente que estamos aquí todos los días pues nos da una certeza el poder ofertar un servicio que es muy necesario. Si no existiera el sector carretillero sería imposible movilizar miles y miles de toneladas diario de productos”, manifestó, Jorge Cruz, representante del sector carretillero en CEDA.

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Ser carretillero en la central requiere de esfuerzo y de paciencia. Un trabajo difícil porque se trata de buscar clientes o esperar a los pocos que se tiene, como es el caso del señor Moisés Velasco.

“Ha sido difícil porque luego no hay trabajo. Nosotros tenemos que buscarle, por esa situación es más difícil, pero en fin, es nuestra área de trabajo y nosotros vemos cómo buscarle. Nosotros nos acercamos y les preguntamos –jefa, buenos días, ¿no quiere un cargante?- A veces nos agarran y a veces no”, señaló Moisés.

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A sus 63 años, Moisés sabe los gajes del oficio y mientras sus compañeros más jóvenes cargan un peso mayor, él señala que logra cargar hasta 150 kilos; sin embargo, a su edad asegura que nunca ha sentido molestias físicas, incluso cuenta que los fines de semana trabaja como árbitro de futbol.

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Ocho pesos le cobran a los visitantes por cada cosa que cargan, pero en ocasiones lo regatean, pero con el afán de no soltar la oportunidad de sacar un ingreso a veces lo acepta. Sus mejores clientes son los locatarios, quienes les pagan mucho más y de forma constante.

Los carretilleros cuentan con 3 turnos, Flores y hortalizas de 10:00 pm a 5:00 o 6:00 am; Frutas y legumbres de 3:00 am a 9:00 o 10:00 am; Abarrotes 7:00 u 8:00 am a 2:00 o 3:00 pm, dependiendo de la cantidad de trabajo que tengan. Moisés, por ejemplo, trabaja entre 6 y 8 horas diarias, ya que tiene clientes definidos.

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Jorge Cruz asegura que los carretillero son como el taxista de la central, pues ellos te saben orientar dónde venden cada producto, así como los locales con la mejor calidad y precio.  

Su principal herramienta de trabajo es un diablito, vehículos que rentan por un costo de entre 25 y 30 pesos, pues con ello, las asociaciones de carretilleros les dan un mantenimiento constante, como el cambio de llantas desgastadas, pintura, soldadura, lazos en óptimas condiciones que permitan a los  diableros desempeñar su labor de forma correcta y segura.

Moisés sabe que su principal carta es ser amable para ganarse la confianza de los clientes, sobre todo de los locatarios, quienes los van reconociendo por el tiempo que llevan trabajando en el mercado.

Su labor no está libre de accidentes, como golpear a alguien con la carga, debido a que en ocasiones no pueden frenarse y a pesar de sus gritos, las personas no les abren paso. La otra es el daño a algún producto, lo cual en ocasiones se los descuentan de su paga.

Sin embargo, los carretilleros forman parte del engranaje de este magno mercado que recibe diariamente a 500 mil visitantes y surte a toda la ciudad.


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