Las elecciones del pasado junio marcaron un parteaguas en el rumbo político del país. Morena gobierna ya 20 estados, que con los dos gobernados por partidos aliados (San Luis Potosí y el Partido Verde) constituyen una importante mayoría de gobiernos de izquierda. Además, la tendencia marca que en 2023 podrían sumarse dos entidades más, el Estado de México y Coahuila.
Lo anterior tiene varios efectos y genera fenómenos políticos dignos de ser analizados. Desde el proceso histórico de revocación de mandato se han venido conjugando procesos a mí parecer no antes vistos: la construcción de una alianza opositora que ante los fracasos electorales se desmorona antes de emprender vuelo y un sistemático ataque a quienes, ya sea por manifestar interés o por apoyo popular podrían ser abanderados de Morena en la candidatura presidencial del 2024. De forma peculiar llama la atención un ataque sin precedentes a la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, lo cual no sorprende ante las buenas cuentas que se entregan en la Ciudad de México, pero si habla mucho de la temperatura en el termómetro político nacional.
La alianza “Va X México” integrada por el PAN, PRI y PRD ha enfocado todos sus esfuerzos, a sus dirigentes y sus líneas discursivas a desprestigiar al presidente Andrés Manuel López Obrador y a la Dra. Sheinbaum. A mi parecer ese ha sido su peor error, han olvidado realizar propuestas para mejorar la vida de las y los mexicanos, dejaron en segundo término los intereses del pueblo por una fallida campaña de desprestigio a las principales figuras en Morena. Su intento por vencer al presidente ha sido su derrota ante el pueblo.
Sus dirigentes se han visto envueltos en polémicas interminables, desde principios de 2018 el ex candidato presidencial del PAN, Ricardo Anaya prácticamente huyó con procesos judiciales por iniciarse en su contra, saliendo al exterior a esconderse y victimizarse con tal de no rendir cuentas ante las autoridades mexicanas. Hoy por hoy acción nacional busca articularse como la opción opuesta a lo que representa Morena, sin embargo, los escándalos de sus gobernadores y la falta de liderazgos claros han sumido a este partido en pugnas internas que no terminan.
Ahora, por el mismo camino se encuentra el PRI, cuyo presidente, Alejandro Moreno “Alito” se encuentra señalado por actos de corrupción y con la exposición de una serie de audios que evidencian lo más obscuro y siniestro de lo que puede hacer un servidor público, demuestra que al aferrarse a una posición lastima lo poco que queda del revolucionario institucional, así como de su imagen ante el electorado nacional.
En lo que respecta al PRD, las elecciones recientes mostraron la situación actual en que viven, es un partido en extinción. En cuatro de los seis estados donde hubo comicios y a nivel de gobernador no alcanzaron el 3 por ciento mínimo requerido para mantener el registro (cabe señalar que el PRI empieza a tener el mismo problema en algunos estados).
Movimiento Ciudadano tiene otro panorama, si bien se ha pretendido ver a este partido como el indispensable para hacer a la alianza opositora realmente competitiva, en las pasadas elecciones su desempeño dejo mucho que desear, evidenciando que realmente no suma a la oposición. Lo cual, aunado a sus excéntricas figuras (basta ver el pobre desempeño como gobernante de Samuel García en Nuevo León) ha demostrado que este partido se queda en mucha producción en redes sociales, sin una verdadera agenda política que atienda las causas sociales.
La idea de este recuento en la situación que prevalece en la derecha de la política en nuestro país es hacer notar un hecho irreductible, el fracaso electoral durante estos años de la alianza opositora radica en el origen de su unión. Diversos partidos que durante años han fracasado en ofrecer soluciones a las tantas necesidades de los mexicanos decidieron construir una alianza ideológicamente impresentable pero que en el centro fue constituida como un mecanismo para derrotar electoralmente a Morena. Es decir, se aliaron con el único objetivo de “sumar electores” sin una agenda de país ni una propuesta clara que presentara a los mexicanos el rumbo que según su visión debería seguir la nación.
El resultado está a la vista: el PRI dejó de gobernar estados que lideró por más de 90 años, el PAN a penas gobierna algunos estados y el PRD no figura por ningún lado.
Ahora bien, vale la pena hablar también de Morena, cuyos triunfos electorales radican en que desde 2018 la izquierda mexicana es la opción que representa y vela por los verdaderos intereses de las y los mexicanos, y de la mano del presidente, se ha ofrecido una forma nueva y fresca de gobernar. Sin embargo, hay que reconocer que las y los integrantes del partido han creado una sinergia y unidad en todos los estados, sus militantes van en la misma dirección de servir al pueblo, por encima de sus intereses personales. La oposición y medios de comunicación que les son afines han querido polemizar con los posibles sucesores del presidente, creyendo que dividirán con lo mismo que los divide a ellos, sus intereses, pero esto solo ha resultado otro intento fallido de romper la unidad del movimiento.
Se puede observar que este “inexplicable” crecimiento de Morena y sus aliados se fundamenta principalmente en ofrecer a las y los mexicanos opciones que consideran la realidad de este país y buscan mejorar la calidad y condiciones de vida independientemente de quienes seamos. Es esta, la verdadera izquierda la que prioriza el bienestar del pueblo sobre cualquier consideración individual o de grupo. Con esto, la construcción de acuerdos se da por añadidura y la construcción de país se vuelve un fin último viable y transitable. Esta es la verdadera política, la que se logra construyendo desde las diferencias, pero con un camino claro y una meta de bienestar en la que cabemos todas y todos.
El futuro de México está con la verdadera izquierda, esta con Morena. Porque Morena es la esperanza de México.