Con ayuda de un celular de mini súper, Fabián Sánchez intercambiaba claves con otro
huachicolero
para saber los “puntos” de distribución donde había operativos.
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El joven llamaba a sus contactos en
Palmarito
para hacer la misma pregunta:
-¿Hay Pulque”? A lo que le responden.
-Se secaron los magueyes, pero en Amozoc sí hay. Tienen fiesta y hasta les sobra, date una vuelta.
Originario de
Nezahualcóyotl,
municipio del Estado de México, a sus 26 años, Sánchez se convirtió en
huachicolero
cuando perdió su trabajo en abril del 2017.
Para Sánchez entrar a este nuevo oficio fue tan fácil como cuando se ingresa con invitación a una fiesta en casa ajena, nadie se lo impidió, por el contrario, fue bien recibido.
Resultó ser uno de los ‘trabajos’ más redituables que ha realizado, pues en sólo 20 días obtuvo 160 mil pesos de la venta de
combustible robado.
“El Gata” lo introdujo al círculo poblano del
huachicolero
de profesión y quien lo invitó a una boda en
Palmarito
Tochapan, uno de los puntos clave del
robo de combustible
en México, fue ahí donde se dio cuenta del prominente negocio que podía emprender al revender
gasolina
de un estado a otro.
Dicha localidad era considerada la “joya de la corona” en el
Triángulo Rojo
, comprendido por
Puebla
, Tlaxcala y Veracruz, zonas donde el litro de
gasolina
llegó a ser más barato que el agua embotellada.
En
Palmarito
decenas de vecinos vendían
gasolina
al interior de sus hogares, en sus patios almacenaban de seis a ocho contenedores de mil 200 litros, para vecinos y foráneos el precio era el mismo: cinco pesos por litro.
Si la
gasolina
era comprada en el ducto donde los
huachicoleros
extraían el
combustible
de las líneas de distribución de
Pemex,
la
gasolina
costaba tres pesos por litro, pero había que formarse por una hora o más para obtenerla, pues en todo momento había alrededor de 20 pipas que esperaban su turno para llenar sus contenedores.
Cada pipa de diez mil litros pagaba 30 mil pesos por la
gasolina
y al día se vendían por lo menos 100 pipas, es decir, tres millones de pesos por jornada.
Como todo negocio ilegal, los
huachicoleros
corren sus riesgos, la Policía Federal instalaba retenes en carreteras y emprendía operativos en los ductos, pero únicamente lo hacían para cubrir cuotas impuestas por los mandos y extorsionarlos.
Palmarito es un pueblo de calles adoquinadas, los predios miden de mil a dos mil metros cuadrados por lo que sus habitantes cuentan con suficiente espacio para guardar tambos con esas capacidades.
Debido al calor que impera en la zona, la gente debe “bañar” los contenedores con agua fría, de lo contrario se puede generar una combustión.
-Negocio familiar-
Familias enteras de campesinos trabajaban en el negocio de
robo de combustible
, los jóvenes chupan
gasolina
almacenada en garrafones a los tanques de vehículos.
Los niños se sientan en las esquinas de las calles de tierra en busca de clientes a quienes dirigen a los zaguanes donde se vende
huachicol,
las amas de casa son las encargadas de cobrar y llevar las cuentas de las ganancias por la venta de
gasolina.
En tanto, los hombres se encargan de trasladar
combustible
de un municipio a otro, o de un estado a otro con la ayuda de pipas, pues la demanda de
gasolina
es insaciable.
De ese negocio construyeron casas, compraron vehículos, tractores y hasta mandaron a sus hijos a la universidad en la
Ciudad de México
.
La gente en
Palmarito
vive pegada a los ductos de
Pemex…
literalmente
Los tubos que trasladan la
gasolina
pasan por debajo de los patios de las personas, debido a que es campo solo basta excavar un metro y medio para encontrarlos, con una gran destreza y planeación los
huachicoleros
desatornillan el tubo y le añaden una ampliación en forma de “Y” para hacer una toma ilegal.
La mayoría de personas que se dedican a la
venta de gasolina
son ejidatarios que buscaron otra fuente de ingresos para alimentar a sus familias, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (
Coneval
), 3.5 millones personas viven en situación de pobreza moderada y dos millones más en pobreza extrema.
Fue ahí donde Sánchez vio un nuevo negocio: revender la
gasolina
en los municipios aledaños, incluso llegar hasta el municipio de El Carmen Tequexquitla, Tlaxcala, localidad cercana a uno de los domicilios de sus amigos.
Reclutó a dos de sus amigos poblanos que contaban con vehículo propio y les contó el plan, había que esconder contenedores de
gasolina
en las cajuelas de los autos y revenderla hasta en 12 pesos por litro.
Si la
gasolina
era comprada en 4 pesos por litro con alguno de los intermediarios en
Palmarito,
se podían obtener ganancias de hasta ocho mil pesos por cada mil litros que revendieran.
A ellos había que restarle la
gasolina
que usaban los vehículos para moverse, compra refacciones y comidas diarias de los tres integrantes de la nueva célula, esto se pudo resolver con 700 pesos diarios.
La inversión inicial fue de 20 mil pesos con los que compraron los primeros dos mil litros de
gasolina
y dos contenedores de mil 200 litros cada uno, además de los tambos donde la trasladaban.
Resultó un gran negocio, pues en abril del 2017 la
gasolina
Magna costaba 16 pesos y no era competencia para los
huachicoleros.
Como base de operaciones usó la casa de uno de sus amigos ubicada en el poblado de “Casitas”, comunidad ubicada entre el Carmen Tequexquitla, Tlaxcala y el pueblo de Zacatepec en
Puebla.
El poblado de Casitas es una comunidad donde apenas habitan mil personas, tiene un kínder, primaria y telesecundaria, sus calles son de tierra y únicamente cuentan con agua potable pero sin drenaje.
Desde este punto vendían combustible al mayoreo a bases de taxis, mecánicos y hacendados de El Carmen, Oriental, Libres y Zacatepec, éstos tres últimos en
Puebla
.
Había que levantarse a las 04:00 de la madrugada para conducir por 40 minutos a
Palmarito,
comprar dos o tres mil litros de
gasolina
diario y revenderlos el mismo día.
La clave para todos los
huachicoleros
era preguntar por “pulque”, cuando no había
combustible
en
Palmarito
se buscaba en Amozoc, la intención era no dejar ‘secos’ a sus clientes.
“Y yo era apenas el eslabón más pequeño de la cadena, con la poca infraestructura que teníamos pudimos hacer más dinero que en medio año de trabajo, en definitiva fue el mejor trabajo que tuve”, relató a El Big Data.
Sin embargo, el negocio no duró mucho, a los 20 días de operación, el 3 de mayo de 2017 el Ejército Mexicano irrumpió en
Palmarito,
se adueñó de las
tomas clandestinas
e impidió la venta de combustible, esta refriega dejó diez muertos y 26 heridos.
Los días subsecuentes las claves fueron las mismas, “Se secaron los magueyes”, nadie más despachaba pulque, incluso los ejidatarios que escondieron sus tomas ilegales se percataron de los ductos únicamente sacaban gases.
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